miércoles, 25 de marzo de 2009

La Columna de los Miércoles

MUCHO MÁS QUE 90 MINUTOS.

Que equivocado esta aquel que piense que el partido comenzó con el pitido del árbitro. Tal vez fue así dentro de la cancha pero, en la tribuna visitante, comenzó mucho antes.

“Al albirrojo lo sigo adonde va” era el grito más escuchado dentro de un colectivo que se anunciaba hacia la ciudad de Córdoba, capital de la provincia, cuna del cuarteto y de grandes hazañas.

Un micro cargado de ilusiones, sueños y esperanzas basadas en buenos y recientes antecedentes (Escuela Presidente Roca fue un gran estimulo para ir confiado). Pero al mismo tiempo una extraña sensación de incertidumbre y cautela se percibía dentro de cada corazón albirrojo. Entre esta mezcla de sentimientos, arengas y gritos de aliento, nuestro partido tuvo su puntapié inicial.

Una vez dentro de los limites capitalinos, y con el plantel dirigiéndose hacia Carlos Paz donde pasarían la noche, la banda se instala en departamentos que la recibieron con las puertas abiertas y con los libros cerrados.

Cae la noche, y con ella el fervor de la hinchada se hace presente entre botellas y anécdotas, reforzando así la amistad que nos une…y que nace del amor hacia la misma camiseta.

Ya con esas botellas vacías, la ciudad se fue pintando a causa de una mancha roja que se expandió al ritmo de “la banda loca del albirrojo”, dejando todo preparado para el día siguiente.

Con el sol radiante y entre notorias resacas, uno a uno fuimos llegando a un lugar que obviamente no era el Country, pero el sentimiento del religioso asado dominical se vio intacto. Ansiosos por ver la redonda correr sobre el verde césped, emprendimos camino hacia el desafío que nos congregaba.

Aun no había comenzado el cotejo, pero la ansiedad pudo más y los bombos y el aliento no se hicieron esperar. El corazón se acelera, la garganta se hincha y el gris del cielo se entremezcla con los papeles que no paran de caer, sobre las camisetas albirrojas que ya se hacen presentes en la arena de batalla. El momento había llegado…

Con la taquicardia aun vigente, el aliento y los brazos agitados al viento hacían vibrar la inmensa tribuna visitante. Y en el momento menos pensado, una tormenta se avecinaba, el poderoso ventabal hacia volar otra vez los papeles, un rayo de luz iluminó la pelota que se clavó en la red rival y el trueno se transformó en un desahogante, poderoso y unísono grito de gol.

La locura es un placer que solo el loco conoce, y puedo decir que en ese momento la vivi en carne propia. Que loca estaba la hinchada, y que placer así sentirla.

Nada podía opacar el momento, ni siquiera ese gol rival que por dentro nos hizo temerle a un ave fénix que renazca de las cenizas. Y ahí, más que nunca “la banda está loca, no podemos perder”.

Ya con algunas voces roncas, pero con las esperanzas intactas, el segundo tiempo transcurría indiferente. Hasta que el inesperado, sorprendente y épico segundo rugido estremeció las paredes del estadio y los corazones albirrojos.

Se me hace difícil explicar lo que sentí después de eso. Las lágrimas que inundaron nuestros ojos son la mejor explicación. Ya nada más importaba.

Cuando el árbitro marco el final del partido, comenzó nuestro tiempo de descuento, dedicado de lleno a agradecerle a ellos, los jugadores, que demostraron lo que hay que tener para vestir esta camiseta y también, por supuesto, al goce de sentir que otra vez vivimos la historia, otra hazaña que marca la mística de esta Gloriosa Institución.

Nuestro pitido final sonó al ritmo de “Viejo y Glorioso Argentino, de corazón sin igual…la banda te lo agradece y te alienta hasta el final”.

Una vez más la hinchada se hizo sentir, la mejor representante de esta pasión…la Pasión Albirroja.
784 kilómetros nos separan de nuestro próximo desafío, difícil si los hay.

Allí estaremos…esto recién comienza.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sin palabras